
Otra vez los recuerdos, el sábado pasado fui a que me recortaran el cabello, y nuevamente el disco duro empezó a rememorar las primeras épocas en que me empezaron a llevar a esos sitios a finales de los sesenta, a la barbería "Centroamericana", 11 calle entre 8a y 9a avenidas de la zona 1, donde todo era novedad, las sillas, los espejos, las maquinitas de recortar cabello, las navajas que eran afiladas en cuero, no como ahora que gracias al VIH y otros males modernos son desechables, las navajas digo, las sillas y lo demás si se vuelve a usar.
Pues bien, dado que la precitada barbería quedaba a unos pasos del edificio en el cual vivíamos, era el lugar a donde Don Paco nos llevaba al brother y a mí, el estilo no era muy complicado, a la rapa para que durara más tiempo, recuerdo que a mis tiernos cuatro o cinco añitos, tenían que colocar varios cojines para que el barbero no tuviera que agacharse, además de soportar mis constantes peticiones, -no olvide pasarme la navaja, después me echa "aqua velva", déjemelo más largo-, etc.
A propósito del "Ice Blue de Aqua Velva, era la única oportunidad en la que un infante como yo tenía oportunidad de andar perfumadito, me parece que era el principal motivante para ir, porque no era que me gustara mucho realmente.
El tiempo fue pasando y mi hermano, siete años mayor que yo, al entrar a la secundaria empezó a dejarse crecer el pelo, con el consabido disgusto de mi señor padre, pero siendo excelente alumno y deportista se lo permitía a regañadientes, en mi caso, hube de soportar el llevarlo corto aunque no a la rapa algunos años más, en el colegio San Sebastián no había muchas opciones, ya al pasarme a un colegio de jesuitas la cosa cambió un poco, dejé de ir a esa barbería y comencé a visitar el salón de Luis Fermán, en la 4a avenida entre 9a y 10a calles de la zona 1, el primer escollo fue el del precio, la escandalosa cifra de cinco Quetzales por corte, lavado incluído, mientras que en la Centroamericana costaba sólo un Quetzalito, pero con tal que fuera, lo pagaba el viejo.
Más adelante descubrí la barbería "Internacional", en la 12 calle y 9a Avenida, ya siendo un jovenazo calenturiento, resultaba que atendían hermosas patojas con faldas bastante cortas, entonces con tal de ver piernas y un poco más gratis, iba a ese sitio, me hice buen amigo de dos de las muchachas que trabajaban allí, algunos años más tarde me enteré que eran hermanas del dueño, no vayan a pensar mal, nada de tórridos romances.
Cuando el centro de la ciudad empezó a ponerse más peligroso, en una ocasión estuve a punto de ser asaltado al salir de la mencionada Internacional, decidí ir a una más cercana a mi casa, donde conocí a mi actual barbero, de nombre Alberto, quien cuenta desde hace algunos años con su propio negocio, se llama "Albert's Kids", ubicado en un centro comercial en la entrada a Balcones de San Cristóbal, publicidad no pagada para mi gran amigo.
Hoy por la mañana veía la película en la que Ice Cube hereda la barbería de su padre, cuando le cuenta al empleado más antiguo que la vendió, este le recrimina y le dice algo así como: -¡Este es el lugar donde los negros nos sentimos reyes, es nuestro maldito country club! ¡Cómo se te ocurrió venderlo!-, comparto mucho ese criterio, la media hora en la que nos recortan el cabello somos los dueños y patrones como dijo el candidato.
Platíquenme de sus experiencias estilísticas, mujeres también se vale.
¡Feliz 2009 para todos!
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