Sabina Galeano y Otras Cosillas

20 de enero de 2007

El sistema/2

A propósito de lo que está pasando en nuestra querida patria, acá va un texto de Don Eduardo Galeano, de El Libro de los Abrazos, en el cual nos retrata a la mayoría de sociedades actuales. Tiempo de los camaleones, nadie ha enseñado tanto a la humanidad como estos humildes animalitos. Se considera culto a quien bien oculta, se rinde culto a la cultura del disfraz. Se habla el doble lenguaje de los artistas del disimulo. Doble lenguaje, doble contabilidad, doble moral; una moral para decir, otra moral para hacer. La moral para hacer se llama realismo. La ley de la realidad es la ley del poder, Para que la realidad no sea irreal, nos dicen los que mandan, la moral ha de ser inmoral.

9 de enero de 2007

Y me Envenenan los Besos que voy Dando...

Este descaro de canción que se le ocurrio al Joaquinito, con la complicidad de sus inseparables Panchito Varona y Antonio García de Diego, refleja en mi opinión mucho de su estilo de vida, extrañando a alguien, ¿inexistente quizá? y compartiendo vida con alguien más, otra que sitúo dentro de mis 5 favoritas, debió aparecer el 5 de este mes pero no se pudo, disfrútenla. (Intenté subir una imagen, pero el blogger está temperamental hoy, pruebo al rato) De sobras sabes que eres la primera, que no miento si juro que daría por ti la vida entera, por ti la vida entera; y, sin embargo, un rato, cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera. Ni tan arrepentido ni encantado de haberme conocido, lo confieso. Tú que tanto has besado tú que me has enseñado, sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado, los labios del pecado. Porque una casa sin ti es una emboscada, el pasillo de un tren de madrugada, un laberinto sin luz ni vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada. Y me envenenan los besos que voy dando y, sin embargo, cuando duermo sin ti contigo sueño, y con todas si duermes a mi lado, y si te vas me voy por los tejados como un gato sin dueño perdido en el pañuelo de amargura que empaña sin mancharla tu hermosura. No debería contarlo y, sin embargo, cuando pido la llave de un hotel y a media noche encargo un buen champán francés y cena con velitas para dos, siempre es con otra, amor, nunca contigo, bien sabes lo que digo. Porque una casa sin ti es una oficina, un teléfono ardiendo en la cabina, una palmera en el museo de cera, un éxodo de oscuras golondrinas. Y cuando vuelves hay fiesta en la cocina y bailes sin orquesta y ramos de rosas con espinas, pero dos no es igual que uno más uno y el lunes al café del desayuno vuelve la guerra fría y al cielo de tu boca el purgatorio y al dormitorio el pan de cada día.