
Hoy le toca el turno a la canción que le da el título al disco, que salió al mercado en 1999, es que don Joaquín, hasta cuando lo mandan a freir niguas sabe hacer hermosas poesías-canciones, pensar que se tardó precisamente 19 días y 500 noches en olvidarla, me hace preguntarme, ¿Pensamos más en el ser querido ya inalcanzable por las noches?, se me hace que sí, pero cada quien se podrá responder.
Después de casi un mes, blogito querido por acá estoy, ahora si prometo dejarte temas más seguido, es que con el premio que me otorgó Batfink debo hacer las cosas con más seriedad.
Jcab, como te dije, por acá va el tema.
(A la "muchacha de ojos tristes", por si le roba una sonrisa.)
Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks,
en vez de fingir,
o estrellarme una copa de celos,
le dio por reír.
De pronto me vi,
como un perro de nadie, ladrando, a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios y escarcha en el pelo.
Tenían razón
mis amantes en eso de que, antes,
el malo era yo,
con una excepción:
esta vez, yo quería quererla querer y ella no.
Así que se fue,
me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas.
Desde el taxi, y, haciendo un exceso,
me tiró dos besos... uno por mejilla.
Y regresé a la maldición del cajón sin su ropa,
a la perdiciónde los bares de copas,
a las cenicientas de saldo y esquina,
y, por esas ventas del fino Laína,
pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma con la cocaína,
volviéndome loco,
derrochando la bolsa y la vida la fui, poco a poco,
dando por perdida.
Y eso que yo,
para no agobiar con flores a María,
para no asediarla con mi antología de sábanas frías y alcobas vacías,
para no comprarla con bisutería, ni ser el fantoche que va, en romería,
con la cofradía del Santo Reproche,
tanto la quería,
que, tardé, en aprender a olvidarla,
diecinueve días y quinientas noches.
Dijo hola y adiós,
y, el portazo, sonó como un signo de interrogación,
sospecho que, así, se vengaba, a través del olvido, Cupido de mí.
No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa...
siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga
y la falda muy corta.
Me abandonó, como se abandonan los zapatos viejos,
destrozó el cristal de mis gafas de lejos,
sacó del espejo su vivo retrato,
y, fui, tan torero, por los callejones del juego y el vino,
que, ayer, el portero, me echó del casino de Torrelodones.
Qué pena tan grande,
negaría el Santo Sacramento, en el mismo momento
que ella me lo mande.